domingo, 30 de junio de 2013

De la libertad y otras confusiones

Abro mi Twitter y un vertiginoso flash-back me noquea: Lluís Llach vuelve a cantar en el Camp Nou de Barcelona para reclamar la independencia de Cataluña. Como en aquel lejano 1985 de mi juventud. Sólo que esta vez habrá muchas más voces amigas en el macroconcierto. Los tuiteros catalanistas de inmediato repiten las proclamas del evento con el entusiasmo del directo: "Independència!! Llibertat!!". Y a la vez que el incombustible Ramoncín aparece en el escenario, un molesto desasosiego empieza a desordenarme el ánimo.
 
Y es que el asunto, aunque de plena actualidad por no estar aún resuelto, me resulta manido y cansino. Pero sobre todo me resulta, en las actuales circunstancias, demagógico y manipulador. Como el propio nombre del concierto: "Concert Llibertat". ¿Por qué no llamamos a las cosas por su nombre? "Concert per la independència catalana d´Espanya". Así sí. No es exacto todavía, pero ya se va acercando más. Faltaría delimitar su soñada geografía de Cataluña, debo decir como valenciana residente en el sur de Alicante, y clarificar si el empuje independentista tiene un apoyo absolutamente unánime en el territorio catalán, mayoritario quizàs, tal vez meramente representativo en algunas zonas, o siquiera emblemático de ciertas clases socioeconómicas, políticas o culturales en otras. Pero en todo caso, es innegable que el concierto reivindica el sentimiento catalán frente al español.
 
Algo bien distinto es identificar la independencia de un país con la libertad. Cataluña podrá o no conseguir su ansiada independencia de España, pero la libertad... la libertad no podrá ni vislumbrarla siquiera. Como tampoco podemos los españoles. Ni los franceses. Ni los alemanes. Ni los estadounidenses, a pesar de que ellos se autoproclamen adalides de la libertad a nivel mundial. Hoy por hoy, no existe ningún país que sea libre. No importa lo grande o lo rico que sea. Lo avanzado o lo poderoso. Todos somos eslabones de la misma cadena que nos esclaviza: la globalización de los mercados. Cualquier temblor financiero en cualquier país nos empobrece sin remedio, nos quiebra la economía como si de un junco se tratara. Estamos en las despiadadas manos de un macrosistema económico que ayer nos situó en lo más alto de la abundancia y hoy empuja a nuestros hijos al paro y a la emigración. ¿Eso es libertad? ¿De eso va a salvarse Cataluña cuando escape de España? Me temo que no.
 
Quizás sea sólo cuestión de matiz, de elegir qué yugo se prefiere. O quizás es una artimaña política más para desviar la atención del pueblo, soñador y amante de utopías. Mientras unos deciden qué bandera les amortajará o qué himno sonará en sus últimas horas, otros tragan saliva y ponen a salvo su dinero en cuentas extranjeras. Soñar sigue siendo gratis. Vivir, en cambio, cada vez más caro.
 
 
 
  

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