martes, 22 de enero de 2013

PACTOS SUCIOS

Cada vez entiendo menos la política. No quiero pecar de ingenua, sé que las cosas no son siempre tal y como figuran sobre el papel, que la realidad se impone y que hay muchos factores que acaban desvirtuando hasta las mejores intenciones, y que a veces hay que renunciar a algunas cosas, so pena de no ser apoyado por los miembros del propio partido y no poder dar entonces ni un paso en la dirección correcta.

Sin embargo, hay aspectos esenciales que son, o deberían ser, irrenunciables, innegociables, aspectos que no haría falta ni mencionar, pues deberían venir implícitos en el corazón mismo del asunto.

Como muestra, el botón del Pacto Anticorrupción. ¿De verdad nuestros políticos tienen que hacer el firme propósito de no ceder ante tentaciones económicas ilegales, y ponerlo por escrito con las firmas de todos los implicados, para que el electorado pueda volver a dormir tranquilo sabiendo que el dinero público está en manos limpias? ¿Es que el mero hecho de ser político y manejar los bienes comunes no debería llevar inherente la condición de honradez y honestidad? 

¿Y no debería suceder que, de demostrarse que se ha faltado al principio de integridad y que se ha incurrido en delito económico, el político en cuestión tendría que ser juzgado como lo somos el resto de los mortales? ¿Sin necesidad de pacto alguno? ¿Es que acaso no ocurre así? 

¿Tan arraigada está la costumbre de repartir sobres bajo mano que el pacto supondrá un cambio en la manera habitual de proceder por parte de la cúpula de los partidos? ¿Entonces, lo que ocurre es que este delito no era un pecado individual sino el modus operandi general de la política española? ¿Estaba institucionalizado el pago en B? ¿En billetes sin marcar y con numeraciones no correlativas? ¿Como en las películas? ¿Y otras prácticas de pago indefendibles, como el amiguismo y los favores a familiares? 

Atando cabos, y no porque la noticia venga desmenuzada en la prensa como a mí me gustaría, caigo en la cuenta de que el "Pacto Anticorrupción" no es un pacto para castigar a los pocos o muchos individuos culpables de haber sucumbido a la tentación, sino para algo mucho más preocupante: habida cuenta de que la opinión pública se ha enterado de las prácticas abiertamente corruptas con las que legalmente funcionaba la política española a nivel institucional, ahora se decide hacer borrón y cuenta nueva, y sin que esto suponga que ninguno de nuestros políticos pase por prisión, ya que todos y por tanto ninguno en concreto han sido responsables de semejante filón económico, ahora tendrán que encontrar otros medios de financiación y funcionamiento que no sean tan descaradamente constitutivos de delito. 

Lo que me preocupa es lo siguiente: dado que nadie ignora que hecha la ley, hecha la trampa, y dado que se ha destapado semejante grado de corrupción intrínseca que no hay partido que escape al juicio moral de los observadores honestos, ¿realmente podemos confiar en que el Pacto va a hacer que el problema desaparezca de raíz, o simplemente lo va a ocultar mejor, para que la opinión pública no vuelva a destapar el cotarro hasta dentro de otros veinte años? ¿Realmente nos vamos a quedar tranquilos cuando nuestros políticos renuncien explícitamente a la corrupción? ¿Con lo barato que les ha salido que les pillemos? 

Como ellos repiten incansablemente estos días, "hay que volver a creer en la democracia". Duerman tranquilos, señores políticos, que nadie ha dejado de creer en ella. Ahora bien, lo de creerles a ustedes, eso ya es harina de otro costal.    


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