viernes, 25 de enero de 2013

DÉJENSE ROBAR

Ante la gran oleada de robos en viviendas unifamiliares en una urbanización de Gerona, en uno de las cuales murió amordazado el presidente de la patronal provincial de empresarios, las patrullas de Policía de la zona están recorriendo las casas de los vecinos para aconsejarles en el caso de que ellos sean la próxima víctima de los atracadores. Sus consejos son claros: "No opongan ninguna resistencia. Faciliten el acceso a sus pertenencias. No arriesguen lo más preciado que tienen: la vida".

Es cierto. Nadie quiere morir en un atraco. Que se lleven lo que se quieran llevar. Pero que no nos maten. Es cierto. Pero dicho esto, una siente una impotencia brutal ante estos consejos de la Policía. ¿Cómo que hay que dejarse atracar? ¿Sin oponer resistencia? ¡Señores! ¡Vamos a defender lo que es nuestro! ¿O no?

En un país criticadísimo por nosotros, como es Estados Unidos, esta actitud pasiva y estoica no se comprende. Uno se arma hasta los dientes si es necesario para dificultar lo más posible el delito. Porque lo que uno ha ganado con el sudor de su frente es de uno, y debería ser lícito defender lo propio, máxime cuando los ladrones entran en la casa de uno de manera ilegal y con violencia. 

  Ciertamente, no hay nada en el mundo que valga la vida de una persona, ni siquiera las más grandes riquezas -que no suelen estar en la caja fuerte de un chalet, sino invertidas o a buen recaudo-. Pero aunque lo que los ladrones puedan llevarse no sea muy valioso, es alarmante esta actitud de cobardía absoluta, esta inacción tan antinatural y tan frustrante. ¿Por qué no dejamos nuestras riquezas en la puerta del garaje, para que se las lleve el que las quiera sin necesidad de asustarnos?

Y como parece que la ley protege al delincuente en estos casos, el españolito de a pie se queda maniatado de intenciones y de coraje, castrado en su propio hogar antes de que pueda plantearse si habría alguna opción de victoria. ¿Es que lo único que podemos hacer es cruzar los dedos para que nuestra casa se libre un día más de la codicia de los ladrones, a veces exmilitares organizadísimos venidos de países del este? ¿No sería cuestión de mostrar un poco de resistencia? ¿No se lo plantearían dos veces si supiesen que vamos a vender caras nuestras posesiones?

No es un tema fácil, es cierto. Pero de la misma manera que a los padres no nos gusta que nuestros hijos sean insultados y zarandeados por compañeros mayores de su cole, que se queden con su dinero del almuerzo o que les levanten las faldas a nuestras hijas en el patio, de la misma manera que les instamos a que se defiendan o a que busquen ayuda de inmediato, de esa misma manera debería desprenderse una actitud más combativa ante unos delincuentes que se han tomado la libertad de entrar en nuestra casa por la fuerza y llevarse lo que es nuestro. ¿Y quién va a venir a defendernos si nosotros mismos no presentamos batalla? Estamos solos. Desarmados. A merced de la voluntad de los peores. Recemos para que sólo se lleven nuestro dinero. Aún tendremos que darles las gracias. Pero sin demasiada amabilidad. No sea que quieran volver.

No hay comentarios:

Publicar un comentario