viernes, 30 de noviembre de 2012

TECNOLOGÍA Y PAREJAS

Poner fin a una relación de pareja nunca ha sido un plato fácil ni placentero. El que decide poner punto y final a su relación se expone a ciertos riesgos que no tiene más remedio que asumir. En las manos de su ex queda la posibilidad de que la despedida sea elegante y privada o de que uno acabe vilipendiado y criticado en los círculos más o menos íntimos de su antiguo amor.

En los tiempos de mi madre, según ella me cuenta, los despechados se desquitaban revelando en sus respectivos grupos de amigos algunos suculentos detalles íntimos de las aficiones carnales de sus exparejas. Evidentemente a espaldas de la parte afectada. Así, la fantasía se disparaba, y donde probablemente sólo había habido una práctica tradicional, pacata y más bien infrecuente, de repente se diría que los amantes se habían dejado llevar por la lujuria más desenfrenada. De esta manera, la honra de la chica quedaba mancillada para siempre, y de la caballerosidad del chico no quedaba ni rastro. 

Hoy en día muchas cosas han cambiado. Las chicas ya no quieren ser recatadas, la sexualidad se afronta desde el prisma de la normalidad, de la naturalidad, y los chicos no creen que por acostarse con su novia le estén arrebatando la honra ni el buen nombre. Muy al contrario, la chica será considerada tontaina y remilgada si no se entrega con pasión a lo que parece venir implícito en una relación, aunque a nivel de implicación emocional dicha relación no sea más que una amistad de escaso calado y nulas expectativas de futuro. "Carpe diem" parece ser el lema que rige hoy, y no sólo entre los jóvenes.

Y sin entrar a detallar qué prácticas sexuales hemos adquirido, cuáles han evolucionado y han ganado en refinamiento, y cuáles se han abandonado, quizás por ser excesivamente anodinas, sí que comentaré algo que en otros tiempos era casi imposible debido a que la tecnología no se había desarrollado ni generalizado como hoy: las grabaciones.

Y es que, efectivamente, parece que hay un placer íntimo y secreto en el hecho de grabar la relación sexual con la pareja. El cine nos ha mostrado que esto empezó siendo una práctica propiamente masculina, hasta el punto de que la mujer no era consciente de que estaba siendo filmada, para lo cual la cámara en cuestión se ocultaba maquiavélicamente en el mobiliario de la habitación. Las imágenes quedaban para el visionado único del hombre, para su uso y disfrute personal, una especie de masturbación fetichista basada en contemplar en soledad una y otra vez los momentos compartidos. 

Hoy no. Hoy la grabación se hace de mutuo acuerdo, la chica sabe perfectamente que está siendo grabada, y como una estrella de cine, puede contonearse y coquetear con la cámara tanto como con su amante. El visionado posterior es también común, y finalmente ambos se llevan la grabación en sus teléfonos móviles para disfrutarla otra vez en soledad. En soledad, pero sin engaños.

 E incluso más de una mujer se ha grabado dando rienda suelta a su imaginación en la quietud de su dormitorio, y ha enviado estas imágenes a su amante como un regalo, para que él tenga la seguridad de que ella piensa en él, y para que se sienta orgulloso de cuantas curvas y recovecos luce su anatomía. Y es que el amor es tan generoso, y tan, pero tan confiado...

Pero el problema surge cuando la pareja se rompe. Entonces, todo ese material grabado quema en el móvil, recuerda fieramente lo que ya se terminó, probablemente con dolor y rabia, y pugna por salir. Y al igual que mi madre contaba que en los corrillos de amigos se llevaba a cabo la venganza, ahora la tecnología nos permite que esta se haga totalmente pública al subir las grabaciones por internet. Eso supone que cualquier persona en cualquier lugar del mundo tiene acceso inmediato a las imágenes. Cualquier persona, tenga la relación que tenga con los miembros de la pareja: familiar, laboral, académica, vecinal, profesional... Y sin que ni siquiera la víctima de la venganza lo sospeche, su cuerpo desnudo, sus gemidos o alaridos, sus posturas y gestos, y otros detalles pertenecientes a la más estricta intimidad circulan por la red sin que nadie pueda evitarlo.

Y es que una vez más comprobamos que, tristemente, lo único que ha evolucionado es la tecnología. El ser humano sigue siendo decepcionantemente cavernícola en el manejo de sus emociones, sigue siendo incapaz de digerir un abandono, y continúa urdiendo las mismas venganzas, con la diferencia de que ahora tiene el mundo entero a un solo click de distancia.

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