martes, 20 de noviembre de 2012

MOTIVATION

Dicen que la motivación es el motor de los logros, desde los más pequeños hasta los que a priori parecían imposibles. Y yo lo he comprobado con mis propios ojos.

Empecé a dar clases de inglés hace casi veinte años, y desde entonces he visto muchos cambios aplicados a la enseñanza: algunos respecto a la metodología, otros respecto a la tecnología, y otros respecto al número de alumnos por clase o al número de horas semanales impartidas.

Y con independencia del tipo de cambio, he observado con desesperación que los resultados han sido  prácticamente los mismos: estudiantes incapaces de desenvolverse en inglés, ni siquiera a nivel básico.

Parecía haber un sentimiento comúnmente aceptado de que los españoles estábamos poco menos que genéticamente incapacitados para asimilar y manejar la lengua inglesa, y era un motivo frecuente de chanza situar el problema entre los propósitos imposibles de cada Año Nuevo: gimnasio, inglés y dejar de fumar. Y no podemos olvidarnos tampoco de ese viejo resentimiento nacional que nos revestía de razón cuando exclamábamos con contundencia: "¿No estamos en España? ¡Pues que aprendan ellos español!".

Hasta que llegó la crisis. Esta cruel circunstancia ha devuelto a las aulas a no pocos antiguos estudiantes que habían optado por empezar a trabajar, quizás sin haber terminado los estudios secundarios o sin haberse especializado en ningún campo profesional concreto. Y con el conocimiento de primera mano de las prioridades del mercado laboral y la determinación que marca la necesidad, estos se vuelcan en aprender aquello que consideran imprescindible para regresar a la vida laboral activa.

¿Qué hace a estos alumnos diferentes del resto? En primer lugar, son un alumnado más maduro, muy activo y muy trabajador; aceptan cualquier tipo de actividad que se les proponga, sin pararse a valorar si es aburrida o si se sentirán azorados al hablar en inglés delante de sus compañeros. Los estudiantes adultos son muy serios en sus estudios, porque han vivido la seriedad y la exigencia del mundo laboral.

En segundo lugar, son alumnos que están poco dispuestos a conformarse con la estructura lenta y poco productiva de la enseñanza tradicional, basada en la adquisición de unos conocimientos gramaticales de lingüística teórica que estructuran el nivel de inglés en categorías preestablecidas: A2, B1... Los alumnos que proceden del mundo laboral necesitan satisfacer las necesidades concretas que saben que tendrán. Así, las clases se estructuran en unidades situacionales, y el aspecto oral y comunicativo de la lengua prima por encima de la corrección gramatical.

En tercer lugar, aprovechan los muchos medios a su alcance para seguir mejorando en el estudio. Para ellos, el inglés no es simplemente una asignatura que hay que aprobar, sino un conocimiento que deben adquirir para su beneficio personal, y del que podría depender su futuro laboral y personal.

Así, aunque no lo hayan hecho antes, eligen la opción de Versión Original en su televisor, sintonizan emisoras de radio británicas, aprovechan los recursos, docentes o no, que internet les ofrece, y en general, multiplican el tiempo de contacto con el idioma, integrándolo en su vida cotidiana e implicándose de forma activa y directa en su propio proceso de aprendizaje.

A su vez, vistos los progresos que consiguen en poco tiempo, estos estudiantes refuerzan su motivación, desarrollando un gusto genuino por el idioma, y afrontando las clases con optimismo y vitalidad. Es frecuente oirles comentar, sorprendidos al comprobar su mejoría: "¡Pero si hace un mes yo no sabía decir ni una palabra en inglés!".

Por eso, aun siendo cierto que la docencia precisa de unos medios materiales mínimos, sin los cuales el proceso de enseñanza se resentiría tremendamente, no es menos cierto que con demasiada frecuencia la siempre mejorable escasez de medios ha justificado un inmovilismo y un fracaso educativo cuyas causas no son sólo económicas.

Estoy convencida, porque lo veo a diario, de que la motivación es lo que realmente marca la diferencia. Estos estudiantes tienen ganas; otros, sólo excusas.

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