sábado, 17 de noviembre de 2012

ENCANTADA DE SALUDARTE

Hola... Hola...  Buenos días... Buenos días...  Good morning... Good morning...  ¿Qué tal? Bien, ¿y tú?...   Hola... Emm, a mí ya me has saludado antes... ¿Sí? Pues no importa, te saludo otra vez, ¿qué tal todo, bien? Pues... no sé, como siempre...

Me encanta saludar. Me llena de energía, y me hace sentir en familia. No importa con quién me encuentre o si somos realmente amigos, sólo compañeros o incluso, cómo lo diría yo, discrepantes. Me cruce con quien me cruce, me encanta saludar, y más si es por la mañana. Y sobra decirlo, lo hago siempre con una sonrisa. 

Para mí, el saludo no es sólo un convencionalismo social, algo que se hace porque se tiene que hacer y porque se ha venido haciendo desde no se sabe cuánto tiempo. No es una de estas cosas que te pueden incomodar, como dar la mano a un desconocido o un beso a alguien con quien no tienes realmente mucha confianza. Al contrario.

Saludar es decirle a alguien que te alegras de verle, de saber que está ahí, vivo y a tu lado. Es sentirle próximo, y sentirte contento por ello. Saludar es afrontar el día con optimismo, con confianza, es preparar las naves para una batalla que sabes que sacará lo mejor de ti. Saludar es alegrarse de estar vivo y acompañado. Y ser consciente de que eso es un privilegio. Un privilegio diario. 



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